Este lunes 9 de julio se celebra el 202º aniversario de la declaración de nuestra Independencia.

A solo cuatro años del glorioso 25 de mayo de 1810 la situación había cambiado para los patriotas. En 1814 Fernando VII regresó al trono en Madrid, el absolutismo se había impuesto nuevamente en Europa y los movimientos emancipadores americanos caían ante las fuerzas realistas. Solo en nuestras tierras se mantenía un gobierno americano sosteniendo el proceso revolucionario.

En ese contexto en el año 1815, siendo Álvarez Thomas director supremo interino, debido a conflictos internos, el Cabildo de Buenos Aires creó la Junta de Observación con atributos de control sobre el ejecutivo. Esta Junta redactó un Estatuto Provisional que autorizó al Director a convocar a todas las ciudades para elegir y enviar diputados a un Congreso Constituyente que se reuniría en Tucumán.

Se eligió esa provincia por varios motivos, era un punto neutral, equidistante para todas las provincias y se descartaba Buenos Aires dado que las relaciones entre la gente del interior y el centro del anterior Virreinato no eran buenas.

El congreso inauguró sus sesiones el 24 de marzo de 1816, con carácter nacional. El total de diputados era 33, estuvieron presentes 29. No asistieron 4 diputados: por Salta el coronel José Moldes detenido en su provincia; por Chichas el coronel Juan José Feliciano Fernández Campero, por estar luchando en el frente de combate; por Córdoba el presbítero Miguel Calixto de Corro, por haber quedado a cargo de una misión diplomática en la banda Oriental con José Gervasio de Artigas y por último el diputado por San Luis, Juan Martín de Pueyrredón, porque tuvo que viajar a la ciudad de Buenos Aires a fin de asumir su cargo de Director Supremo.

Tuvo lugar en una típica casa colonial del siglo XVIII, que pertenecía a Francisca Bazán de Laguna, conocida vendedora de empanadas. Si bien Tucumán tenía su propio cabildo, no se  lo podía utilizar porque se encontraba en refacciones. Por eso se usó la casa que el Estado alquilaba para cumplir las funciones de aduana. Debido a la situación económica, los muebles fueron prestados por los conventos de Santo Domingo y San Francisco.

Una copla popular decía que “Tan pobre era la patria que, como Jesús, no tenía lugar para nacer”

El viaje desde Buenos Aires hasta Tucumán duraba entre 20 y 25 días en carreta. La mayoría de los congresales se trasladó por ese medio, otros en caballos y mulas. Muchos prepararon su testamento antes de viajar porque sabían que el estado de los caminos era desastroso y el viaje muy arriesgado tanto para la salud como por el peligro constante de sufrir ataques de bandidos o de indígenas. Sin hoteles ni hospedajes, se acomodaron como pudieron, los religiosos en Conventos, el resto de los congresales en hogares de familia o en la Casa Histórica que contaba con algunos aposentos.

El congreso tenía la facultad de intervenir en una gran cantidad de temas que se presentaron a su consideración, eso provocó interminables debates y consumió mucho tiempo. Gracias a la presión de algunos congresales, y de influyentes dirigentes nacionales entre los que se contaba el general José de San Martín, se pudo iniciar la discusión sobre la Declaración de Independencia, pero había dudas entre los miembros.

La pequeña ciudad de Tucumán había visto alterada su apacible rutina diaria con la presencia de los congresales, pero lo que causó verdadero revuelo fue la noticia de la llegada de Manuel Belgrano a principios de julio. Él sabía que los diputados dudaban que fuera conveniente declararnos independendientes, teníamos una feroz crisis política, militarmente estábamos muy mal, la situación económica era paupérrima, a nivel internacional habíamos perdido apoyo debido a nuestras reyertas internas y la situación en Europa era totalmente adversa. En ese marco el 6 de julio de 1816 el General Belgrano mantuvo con los congresales una sesión secreta y luego de un sentido discurso los convenció de la necesidad de declarar la independencia para posibilitar una salida patriótica, en el peor momento de la historia argentina.

El 9 de julio de 1816 después de tres meses y medio de sesiones, el Congreso proclamó la existencia de una nueva nación. El diputado sanjuanino Francisco Narciso de Laprida preguntó: “¿Queréis que las Provincias de la Unión sean una Nación libre e independiente de los reyes de España y su metrópoli?”. Todos los diputados contestaron afirmativamente.  De inmediato, se labró el Acta de la Emancipación. Diez días después se le hizo un retoque al texto original a sugerencia del diputado Medrano; donde decía «independiente del rey Fernando VII, sus sucesores y metrópoli», se añadió “y de toda otra dominación extranjera”.

En momentos muy duros nos unimos y se levantó a la faz de la tierra una nueva y gloriosa nación.

¡Viva la Patria!